LA UE Y CHINA: SALIR DEL PUNTO MUERTO
Xulio Ríos
Blog Presidencia en la sombra, 03.12.2009
Las relaciones sino-europeas llevan tiempo sumidas en un profundo bache. La UE sigue siendo el primer socio comercial de China, representando el 20% de su comercio exterior, pero la atmósfera bilateral está enrarecida. A diferencia de las relaciones con EEUU (Obama) e incluso con Japón (Hatoyama y su Comunidad del Este Asiático) que atraviesan momentos de cierta esperanza, aunque con dificultades conocidas, el buen entendimiento entre Pekín y Bruselas parece cosa del pasado, más allás de las cortesías diplomáticas al uso. Así se ha constatado en la reciente cumbre de Nanking del 30 de noviembre.
En general, la UE no puede hacer un balance del todo positivo de su apuesta por el diálogo con China, ya que los avances registrados en materia de protección de la propiedad intelectual, el desequilibrio comercial, el yuan, los derechos humanos, etc., etc., han quedado muy por debajo de las expectativas cuando no han sufrido claros retrocesos. Por otra parte, en China, a la falta de avances en temas como el levantamiento de las sanciones post-Tiananmen, las transferencias de alta tecnología, etc., que creía ya maduros hace tiempo, se suma el relativo descarte de cualquier posibilidad de que la UE se afirme como un actor global independiente y coherente con el que pueda arbitrar un diálogo autónomo. Por otra parte, Pekín no está ni mucho menos convencido de que el atolladero actual pueda resolverse con los cambios político-institucionales sugeridos con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. Quizás, por ello, intenta tirar ventaja de las relaciones Estado a Estado, que le permite jugar más fuerte en la defensa de sus intereses centrales, ya hablemos de asuntos políticos, comerciales o ambientales.
China creía que con la UE podría no solo hacer negocios sino también buenas migas, alcanzando un nivel de entendimiento político y estratégico mucho mayor en la medida en que Bruselas parecía aceptar su gradualismo y asumía la paciencia como una virtud indispensable de cualquier gobierno responsable. En China nada se puede hacer de la noche a la mañana, pudiera ser el lema de cabecera de esta relación. Pero la situación ha empeorado desde el año pasado, a la vista de la lectura que China hace de la receptividad mostrada en algunos países europeos hacia la causa tibetana (y que motivó la inaudita suspensión, por parte china, de la cumbre bilateral). De la decepción mutua a los reproches hay solo un paso.
La incapacidad para establecer una relación coherente con China es un handicap importantísimo para la UE. Residenciar en los estados la habilitación de salvavidas individuales para encarar una relación de este calibre es realmente un desatino que explica por si solo que la UE como tal pase necesariamente a un segundo plano en las prioridades chinas.
España ha anunciado, ignoro si por libre o consultando con sus socios, que hará todo cuanto esté en su mano para conseguir que durante su presidencia la UE reconozca el estatus de economía de mercado de China (ya reconocido por 97 miembros de la OMC), un asunto al que Pekín, como es sabido, concede mucha importancia. Esa prioridad de la presidencia española nos congracia un poco más con China, pero no es un asunto ni mucho menos pacífico en la propia UE, ni parece que pueda adoptarse sin cierta coordinación con Japón o EEUU. En suma, no parece que vayamos por el mejor camino.
Liderazgo, discurso y agenda: los tres ingredientes son indispensables para establecer una relación equilibrada con China. ¿Disponemos de ellos? Parece claro que no. Mientras así sea, los peros seguirán predominando.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.
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