La obsesión de China con el dólar
por Swaminathan S. Anklesaria Aiyar y Arvind Subramanian
Cato Institute, 11 de agosto de 2009
Swaminathan S. Anklesaria Aiyar es Académico Titular de Investigaciones del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
Arvind Subramanian es Académico Titular del Peterson Institute for International Economics.
El Banco Popular de China recientemente reiteró la necesidad de una moneda global para rivalizar al dólar estadounidense—mediante un rol ampliamente expandido para los Derechos de Giro Especial (DEG) del FMI. El asunto fue resaltado en la reciente cumbre de los países emergentes—el grupo compuesto por Brasil, Rusia, India y China—y volvió a surgir en la reunión del G8.
China tiene razón de pensar que el colapso global se debe en parte al abuso por parte de EE.UU. del estatus del dólar como moneda de reserva de valor. Pero esto ha sido ayudado y estimulado por las políticas mercantilistas de China que han creado un inmenso superávit en la cuenta corriente y una liquidez en exceso. La búsqueda de China de una moneda de reserva internacional alternativa tiene un toque de ironía: el distribuidor de la droga está presionando al adicto para que se reforme.
¿Acaso la propuesta le conviene a China? Esto podría parecer una pregunta extraña, dado que la propuesta es vista como en gran parte algo beneficioso para dos objetivos de la China. El primero es advertir a EE.UU. que evite políticas que derivarían en un colapso del dólar e infligirían inmensas pérdidas de valor sobre el componente en dólares—estimado en $1,2 billones—de las reservas extranjeras de China. Habiendo creado una acumulación en dólares mediante sus políticas mercantilistas, China busca preservar el valor de lo que ha acumulado.
El segundo y más importante propósito es político. Al pedir un rol más grande para los DEGs a expensas del dólar, China busca reducir el poder político y financiero de EE.UU. En gran parte por la misma razón, la propuesta de China ha sido respaldada por Rusia, Brasil, India y otros países en desarrollo que desde hace mucho se han quejado del estándar tácito del dólar. Esto países, lejos de ser admiradores del FMI, consideran que estarían mejor teniendo algo de influencia sobre una moneda respaldada por el FMI que nada de influencia sobre la moneda estadounidense.
China debe saber que la creación de una moneda internacional totalmente nueva y poderosa es un sueño sin asidero. El dólar es fuerte porque EE.UU. ha tenido una economía doméstica gigantesca y la habilidad de cobrarle impuestos a sus ciudadanos para honrar sus obligaciones. El FMI no tiene un PIB ni una capacidad de cobrar impuestos. Pero China siente que un rol expandido del DEG podría ser un punto medio que podría diluir la dominación estadounidense.
La dominación del dólar será reducida solamente cuando otro país emerja con un PIB lo suficientemente grande y una capacidad para cobrar impuestos que compita con EE.UU. en proveer una moneda de reserva. Ese país es obviamente China. En este momento China todavía es un país en vías de desarrollo, pero tal vez en poco más de una década se convertirá en un país de ingreso alto, y su PIB empezará a acercarse aquel de EE.UU. Su PIB total ya excede aquel de Alemania. En términos de manejo fiscal, ya se ha comportado mejor que EE.UU. y Europa. Mientras que China se enriquece, su enfoque económico cambiará de las exportaciones hacia el consumo doméstico. En algún momento le resultará más beneficioso dejar de micro-administrar su tipo de cambio, y en cambio dejar que su moneda flote, como todos los principales poderes económicos.
Históricamente, los países han pasado de tener monedas “suaves” a tener monedas “duras” (intercambiadas a través de las fronteras) luego de haber tenido grandes superávits en la cuenta corriente por un periodo considerable, y por lo tanto han surgido como países acreedores. Inglaterra logró obtener estatus de acreedor en los 1800s y EE.UU. lo hizo a principios de los 1900s y los mercados los recompensaron con el estatus de monedas duras. Ellos retuvieron ese estatus inclusive después, cuando tuvieron déficits.
China ahora ha conseguido el estatus de acreedor. Y conscientemente o de otra manera, sus últimos pasos están presionándola hacia una moneda dura. Busca hacer de Shanghai un centro financiero internacional. Ha acordado arreglos para intercambiar el yuan con varios países, incluyendo a Brasil y Argentina. Busca fortalecer la iniciativa de Chiang Mai para crear un grupo regional de monedas asiáticas de reserva intercambiables. Estas tres medidas unilaterales, bilaterales y regionales constituyen pasos hacia una moneda dura. Si China se admite así misma hacia donde lleva este camino, su actitud hacia los DEGs cambiará. Una vez que se convierta en un país de moneda dura, no verá ventajas—y verá claras desventajas—en reducir el rol de las monedas duras y expandir aquel de los DEGs. Estará donde EE.UU. está hoy.
El interés de China en los DEGs es miope. En tratar de limitar la influencia de EE.UU. hoy, podría estar, torpemente, construyendo una camisa de fuerza para si misma el día de mañana. Por supuesto, China podría luchar ahora mismo por un mayor rol de los DEGs y repudiar aquellos en el futuro cuando el yuan se dirija hacia convertirse en una moneda de reserva. Pero eso sería groseramente conveniente. En cambio, ¿Por qué no prepararse para el día cuando EE.UU. y Europa clamen por dinero fiat internacional para reducir la dominación del yuan chino?
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